viernes, 3 de agosto de 2007

Teologias y Demonologias


Le dije que yo no creia en angeles custodios.
-Será porque tú no tienes ninguno –me respondió-. Yo sí.
Torció hacia atrás la cara, ordenó a alguien, invisible:
-¡El dedo, Raziel!.
Y, quitándose el sombrero, en un punto del aire lo dejó colgado.

Anderson Imbert.

1 comentario:

Unknown dijo...

maestro imbert, gracias por el recuerdo constante